Hipnosis
La lisergia había sido esparcida. Kevin Parker y su séquito de hipnotizadores se despedían con ‘New Person, Same Old Mistakes’. Antes, atmósferas circulares vibraban sobre la enorme pantalla de leds tras la épica ‘Feels Like We Only Go Backwards’, de su estupendo album “Lonerism”. El viaje proseguía entre melodías espaciales y el vocoder de Parker. El coreuta mayor resonaba como un pájaro en medio de la noche. Con gran destreza conducía la psicodelia britpop, ensayando unos agudos ‘beatle’ en ‘Apocalypse Dreams’. La influencia inglesa es notable. El mismo Parker ha revelado que le fascina John Lennon, King Crimsom, Supertramp o Massive Attack. Este conjunto de temas conducen fácilmente al “Magical Mystery Tour” de los Beatles más psicotrópicos, punto alto en la performance de esta estupenda banda de australianos: La impecable sección rítmica compuesta por Jay Watson en los sintetizadores, voz y guitarra; Dominic Simper en la guitarra y sintetizador; Cam Avery en el bajo y Julien Barbagallo en la batería y coros.
Levitar
Como en un sueño lúcido, atravesamos ‘Why Won’t You Make Up Your Mind?’, ‘Oscilly’ y ‘Alter Ego’, de su primer disco “InnerSpeaker”, el más distorsionado en las guitarras, el del rock psicodélico del primer Pink Floyd o del delirio pop de The Shadows. En ese momento la nave interestelar sobrevolaba el indie más pop y psicotrópico con aquel himno llamado ‘Eventually’, en el que todos elevaron los brazos y entonaron bien alto “evenchuali! Aaaaaaa!”, y antes ‘The Less I Know the Better’, una cuesta arriba en clave de disco soul, muy en la onda Michael Jackson en LSD. Sin embargo, otra había sido la dimensión que acababan de abandonar. Una mucho más lenta, conmovedora, de profunda sensación y de letra tan simple como el decirle a tu ex novia que la cagaste pero que estás mejorando. Eso y mucho más fue ‘Yes I’m Changing’, una de las canciones más intensas del “Currents”, su última entrega en estudio y motivo de su gira por Latinoamérica.
Para el momento ulterior, la hipnosis era completa, los compases eran los adecuados, el aire salado de Lima se esparcía por toda la explanada del Parque de la Reserva. Un entorno neoclásico, rodeado de árboles gigantes y esculturas del Renacimiento. Tame Impala ejecutaba ‘Elephant’ y ‘The Moment’, una correcta transición de escenarios sonoros complementarios que cabalgaban del rock progresivo de King Crimsom al krautrock de CAN. De esta última influencia se entiende, por ejemplo, la batería muteada de Barbagallo.
Campos de espirales
Como un pintor que pinta su autorretrato, Parker junto a su guitarra dibujaba siluetas fluorescentes en medio de la enorme pared de leds colocada en el fondo del escenario. Escenografía consecuente al concepto visual que Parker siempre se ha preocupado en manejar, complemento ineludible para cualquier banda que perfile el sentido psicodélico (para no hablar solo de un género musical). La pop ‘It Is Not Meant To Be?’ y la garagera ‘Why Won’t They Talk To Me?’ habían aprobado a un público limeño inusual: adolescente en su mayoría (lo cual es un indicio muy positivo), que coreaba las letras, amagaba breves pogos y saltaba desde el inicio del show.
Los miles de rostros agitados observaban con satisfacción aquel encantamiento audiovisual que provenía del escenario. Espirales multicolor se entrelazaban al infinito mientras ‘Mind Mischief’ homenajeaba al britpop más lisérgico. Incluso la influencia disco se percibía como en algunos temas anteriores. Sin duda Parker le debe lo mismo a Brian Eno que a Giorgio Moroder. Tame Impala también comenzaba por el final haciendo estallar bombardas de colores mientras encendían la noche con su hit ‘Let It Happen’, una perfecta pieza de artesanía musical que detonó en la capital como una pastilla de ácido. No en vano su ‘Intro’ había servido para comprobar fehacientemente aquello que los científicos denominan ‘cimática’, es decir, el estudio de la forma visible de los sonidos, cuyas perfectas figuras geométricas tienen efecto directo en la materia. Pero eso ya lo sabíamos, ¿no?
El origen de la especie
Esta historia comienza con una bella mujer llamada Alejandra. Más precisamente, en el núcleo de su visión musical, en el órgano más sensible de las emociones. Fue ella quien hizo escuchar por primera vez el último disco de la banda al productor de este show y lo animó a traer a los australianos. Un riesgo no menor si tenemos en cuenta la cercanía al show de los Rolling Stones en la ciudad. Y sin embargo, el público reaccionó mucho mejor de lo esperado. Una mezcla de satisfacción y tranquilidad producía el observar tanta juventud limeña menor a 25 años experimentando un espectáculo de alta calidad como este, un saludable indicio de que este tipo de apuestas valen completamente la pena, incluso económicamente (el show estuvo cerca del sold-out).
De pronto cierras los ojos y viajas a los 90. El ambiente onírico permanece, el vértigo de los sonidos espaciales nos enfrentan a la ucronía de haber presenciado un show de Radiohead, por ejemplo. Entonces abres los ojos y ves a Tame Impala. En Lima. En, probablemente, uno de los momentos más altos de su carrera. Entonces todo cobra mucho más sentido. Gracias a Tame Impala por uno de los mejores shows para la vida de muchos que recién empiezan. Gracias a Veltrac por arriesgar y traerlos. Gracias Ale, esta noche todos soñaremos colores.
Foto principal: Janice Smith-Palliser